miércoles, 23 de noviembre de 2016

El mito de Sísifo de Camus


     No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena de vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía. Las demás, si el mundo tiene tres dimensiones, si el espíritu tiene nueve o doce categorías, vienen a continuación. Se trata de juegos; primeramente hay que responder. Y si es cierto, como pretende Nietzsche, que un filósofo, para ser estimable, debe predicar con el ejemplo, se advierte la importancia de esa respuesta, puesto que va a preceder del gesto definitivo (...).

     Levantarse, coger el tranvía, cuatro horas de oficina o de fábrica, la comida, el tranvía, cuatro horas de trabajo, la cena, el sueño y lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábado con el mismo ritmo es una ruta que se sigue fácilmente durante la mayor parte del tiempo. Pero un día surge el "por qué"...

     "Comienza": esto es importante. El cansancio está al final de los actos de una vida maquinal, pero inicia al mismo tiempo el movimiento de la conciencia. La despierta y provoca la continuación. La continuación es la vuelta inconsciente a la cadena o el despertar definitivo. Al final del despertar viene, con el tiempo, la consecuencia: suicidio o restablecimiento. En sí mismo el cansancio tiene algo de repugnante. Debo concluir que es bueno, pues todo comienza por la conciencia y nada vale sino por ella. (...) La simple "inquietud" está en el origen de todo.

     Asimismo, y durante todos los días de una vida sin brillo, el tiempo nos lleva. Pero siempre llega un momento en que hay que llevarlo. Vivimos del porvenir: "mañana", "más tarde", "cuando tengas una posición", "con los años comprenderás...

Albert Camus, "El mito de Sísifo"



     Albert Camus, nacido en 1913 en Mondovi (Argel) fue un ensayista y escritor considerado uno de los más importantes literatos de la posguerra francesa. En 1957 (con 44 años) se le concede el Premio Nobel de Literatura. Finalmente muere de manera prematura en 1960 como consecuencia de un accidente de coche.

     La intención del autor es presentarnos la visión del absurdo de la existencia humana. Seguro que ya habrás oído hablar de la leyenda perteneciente a la mitología griega de la que este texto toma su nombre: Sísifo era un personaje que, con su astucia, había hecho enfadar a los dioses. Es por esto que fue condenado a empujar una gran piedra montaña arriba durante toda su vida, pues cuando este creía haber alcanzado la cima, resbalaba y tenía que comenzar de cero una vez más. Del mismo modo, Camus expone una visión del mundo inspirada en este mito. Como vemos, se trata de una idea de realidad extremadamente pesimista, dominada por la monotonía y el fracaso. Esta monotonía es la que nos lleva o al principio de la cadena que constituye nuestra rutina (inconscientemente) o a lo que el autor denomina "despertar definitivo", esto es, cuando el ser humano se pregunta qué sentido tiene continuar la cadena y, por tanto, seguir viviendo. Lamentablemente, cuando se da el despertar definitivo solo tenemos dos opciones: o bien volver a la vida maquinal, o bien el suicidio. Este precisamente es, según Camus, el único y más importante dilema filosófico.

     Por otro lado, como bien he mencionado al principio, este autor se interesa por los elementos absurdos de la existencia humana. Cabe decir que para ello se basa en su experiencia, recordemos que vivió en plena Segunda Guerra Mundial. Su razonamiento se podría resumir de la siguiente manera: si en el mundo es posible encontrar a cientos de niños huérfanos, sin hogar, muertos de hambre y de frío, no existe una solución trascendente. Es decir, si existe el mal en el mundo es porque Dios lo permite, de manera que de nada sirve esperar de él que lo solucione. Concluimos así que no podemos quedarnos de brazos cruzados, debemos luchar por un mundo en el que los inocentes dejen de sufrir, como he dicho, sin depender de ninguna solución religiosa, actuando en el nombre del bien y de la justica desinteresadamente.

     Para terminar, me gustaría plantear una controversia desde mi punto de vista, a ver qué te parece: Si Camus defiende que el hombre puede decidir qué hacer con su vida e, incluso, acabar con la misma, está admitiendo que el ser humano es libre de tomar sus propias decisiones. Pues bien, si damos por hecho que cada uno de nosotros, independientemente de que seamos o no creyentes, podemos actuar libremente, quiere decir que nosotros mismos somos los únicos responsables de nuestros actos. Si esto es así, ¿cómo podemos pensar siquiera que el mal en el mundo es obra de la indiferencia de Dios? Eso sí que carece de sentido. Por consiguiente, esos elementos absurdos de la existencia humana de los que hablaba el autor tan solo corresponden a la toma de decisiones del hombre.

     Nada más, espero que te haya gustado y que te pueda haber ayudado a ver el mundo desde otra perspectiva. ¡Hasta la próxima!

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