Sinopsis:
Segunda mitad del siglo XVII. Dos jóvenes jesuitas portugueses, el
padre Francisco Garupe y el padre João Rodríguez, viajan a Japón en busca de su
maestro, el conocido misionero Padre Ferreira. Los últimos rumores indican que,
tras ser perseguido y torturado, Ferreira ha renunciado a su fe,
algo difícil de creer para los
sacerdotes que parten en su búsqueda. En Japón ellos mismos vivirán el suplicio
y la violencia con que las autoridades japonesas persiguen a los cristianos, a
los que torturan hasta apostatar o morir.
Cuestionario:
En mi opinión,
en este tipo de situaciones en las que o nos fiamos de fuentes que no nos
convencen (en este caso, el mendigo) o nos vemos forzados a cancelar nuestros planes (como puede ser ir en busca del padre Ferreira), tras
valorar la importancia de aquello por lo que estamos luchando y tomar la decisión de seguir adelante, no sirve de
nada cuestionarse si hemos hecho o no lo correcto. Una vez que nos lanzamos a la piscina sin saber si estará llena o vacía la fe constituye un elemento
fundamental. Debemos tener fe en aquello que determina nuestro destino, debemos
confiar. Creo que el padre Rodríguez tomó la decisión correcta.
Para esos cristianos, la confesión es un modo de salvación, es su
forma de suplicar al cielo piedad para que puedan ser merecedores de una vida
eterna digna, a pesar de sus pecados. Pedir perdón desde la fe supone estar
verdaderamente arrepentido de lo que se ha hecho. Sin embargo, en nuestra
sociedad actual no tiene el mismo valor. A día de hoy, se entiende como una
forma de estar en paz con aquello a lo que hemos perjudicado con
nuestro error, muchas veces sin importar si realmente estamos arrepentidos o
sin reflexionar como se debería
acerca de aquello que no hemos hecho correctamente. Está más bien enfocado a
los demás y no a nosotros mismos.
Cada jesuita pensaba algo distinto porque
afrontaban la situación
desde dos puntos de vista: el primero veía como una prioridad la supervivencia del grupo mientras que el segundo anteponía la religión a todo lo demás. En
mi opinión, ante una situación extrema como esta, la supervivencia ha de ser la
que juegue el papel más relevante. Con esto no quiero decir en ningún momento
que se renuncie a la fe, sino que el hecho de
pisar una imagen no condiciona en absoluto nuestras creencias y, por tanto, no
debe tener importancia para nosotros si realmente tenemos claros nuestros
principios.
Finalmente, el padre João abandona la fe cristiana a ojos
de los demás al no poder soportar que se siguiera torturando y sacrificando a
aquellos que lo rodeaban. Si bien es cierto que a veces podemos llegar a pensar
que Dios se ha desentendido de nosotros, sobre todo en las situaciones más
violentas, todo tiene siempre una razón de ser. Si tenemos un mal día, por
ejemplo, no ha de considerarse un castigo divino sino un obstáculo que debemos
superar, teniendo en consecuencia que sacar a relucir nuestras mejores cualidades y demostrándole
al mundo y a nosotros mismos que podemos salir airosos de cualquier situación.
Me parece que es una tarea que carece de sentido,
así como el hecho de que el
inquisidor trate de que toda la población adopte el budismo como religión. Si
de verdad quisiera que los campesinos rindieran de forma eficaz, debería permitir que creyeran en lo que
quisieran. Además, el hecho de que se requisen todos los símbolos cristianos no
quiere decir que esas creencias dejen de estar latentes en las personas. Creo
que fue algo especialmente desagradable para el padre João pero que al mismo tiempo confió
en que no significara nada para los creyentes.
Me pareció un gran final, la verdad es que no me
lo esperaba aunque sí que confiaba en que el padre Rodríguez no hubiera
abandonado la religión cristiana. Podríamos tomar como enseñanza de esta
película el hecho de que no hay que dejar defender aquello en lo que uno cree
sean cuales sean las circunstancias.